Satanás y los demonios

Tanto la acérrima incredulidad en la existencia de Satanás, como la creencia obsesiva acerca de su persona y actividad en este mundo, han creado los dos extremos donde se balancean las opiniones en el ámbito cristiano. Así es como el Diablo logra introducir sus desórdenes desde los polos opuestos, entre su variopinta gama de confusiones doctrinales; desde los que no creen en la actividad satánica, hasta llegar a los que hacen un exagerado énfasis sobre ella.

UN ÉNFASIS DESMESURADO

Satanás es el gran imitador de Dios, y como dice el refrán, «sabe más por viejo que por diablo», y por ende, conoce muy bien las estrategias bíblicas más eficaces para confundir a los cristianos. No olvidemos que por algo es el segundo más poderoso, después de Dios, y por lo tanto no debemos mantener una idea simplista acerca de su maléfica intervención.

Si consideramos con detalle la operación de Satanás en este mundo, huelga decir que su actividad es ciertamente controlada. Y aunque la Biblia enseña que el Diablo se encuentra rugiendo como un «león», la verdad es que no posee ningún derecho sobre los verdaderos cristianos; porque, como enseña la Biblia, somos pertenencia del Señor. Así, su dominación está ciertamente restringida, y sólo puede actuar bajo el radio de acción que Dios, el Soberano, le permita, dado que Satanás no tiene parte en el reino de Cristo.

Bien es verdad que no estamos exentos de su influencia; y su molesta intervención en nuestra vida tendrá la intensidad en la medida que así le demos lugar (voluntariamente). Si la Escritura aconseja a los cristianos: «Ni deis lugar al diablo» (Ef. 4:27), nos preguntamos: ¿No es posible darle lugar con todas las prácticas extra-bíblicas mencionadas anteriormente? Satanás puede rugir en su jaula… pero en ningún modo nosotros debemos abrirla.

Normalmente cuando se habla mucho de una persona, aunque sea para mal, quien se lleva la gloria es la propia persona. Así se consigue obstaculizar buena parte de nuestro tiempo, y llevar cautivo todo pensamiento hacia el objeto deseado. Pero, la Biblia dice que nuestra mirada tiene que estar puesta en Jesús, no en Satanás; ya que esto es lo que él quiere: que desviemos nuestro objetivo del Salvador y de sus enseñanzas, y atraigamos toda nuestra atención hacia él.

Ahora bien, Satanás está verdaderamente interesado en que se busque la experiencia y se le reste importancia a la Palabra. Y una manera de conseguir este fin, con la mayor efectividad, es que la persona cree vínculos especiales con los demonios. Y aún cuanto mayor sea la obsesión, mayores serán también los puentes de pensamiento que se establecerán con los participantes, y aún mucho más fuertes los estrechos lazos que se crearán entre ambas partes. De esta manera, pues, Satanás consigue involucrar a los interesados en los peligrosos pasatiempos que él tiene preparados.

El fragmento del siguiente relato, nos ofrece una pincelada de las ideas que se propagan en estos ambientes. Cuenta el autor: «Mary Ann estaba gravemente demonizada por muchos demonios sexuales asociados con el abuso de que había sido víctima en su infancia por parte de su abuelo. Un grupo aún mayor de demonios sociales (ira, rabia, rebeldía, rechazo y resentimiento) eran los más importantes, con el resentimiento a la cabeza» (Ed. Murphy, Manual de Guerra Espiritual. Ed. Caribe. 1994, 516). Leído el texto, nos fijamos en el disparate que logra pronunciar este escritor, al calificar a la víctima de abusos sexuales de «gravemente demonizada». Según esta declaración, si debemos buscar aquí algún demonio es, sin duda alguna, en el sinvergüenza del abuelo, y no en la pobre mujer, que lo único que tenía era una lógica herida infantil derivada de su propia experiencia traumática. ¿Logramos ver cómo se producen los extremos? Y claro que se tendría que haber liberado a la niña, pero principalmente de la satánica inmoralidad del abuelo; y ahora, por desgracia, de las secuelas psicológicas que le produjo este grave incidente. Aunque, no obstante, la liberación en este caso como en otros, no se realiza por medio de exorcismos; entre los varios métodos, necesita de un procedimiento psicoterapéutico adecuado, y por descontado, el Evangelio como primer agente sanador. Con este ejemplo y otros, vemos que Satanás engaña y confunde con sus mentiras disfrazadas de «casi-verdades» bíblicas. Y utilizando las artimañas del error, consigue desviar a los ingenuos de la Verdad; sobre todo a los que todavía no han ejercitado el discernimiento bíblico.

De manera que, si en nuestras doctrinas y prácticas nos salimos de los parámetros establecidos por Dios en su Palabra, no nos quepa la menor duda de que le abrimos una puerta grande a Satanás.

Visto el asunto en términos generales, bien podemos pensar que el hambre que este mundo tiene de nuevas y excitantes experiencias, predispone al incrédulo a creer en cualquier cosa: en los horóscopos, en las cartas del tarot, y también en otros muchos oscuros laberintos que produzcan el deseado milagro, independiente de su procedencia… Y al parecer, para muchos el fenómeno del extremo carismático sólo es una variante más de esta gama de posibilidades, aunque al mismo tiempo revestida de cristianismo. Es preciso, por tanto, reflexionar sobre las extrañas manifestaciones que se producen dentro del extremo carismático… ¿De dónde proceden?

Llegados hasta aquí, no debemos obviar el tema, ni tampoco afrontarlo con superficialidad, dado que las implicaciones son demasiado serias. Buena medida sería que cada cristiano revisara minuciosamente sus creencias, y advirtiera si éstas contienen el suficiente apoyo bíblico como para creerlas y así llevarlas a la práctica con toda fiabilidad.

MINISTERIO DE LIBERACIÓN

Es cierto que, al igual que en los relatos bíblicos, también hoy existen personas endemoniadas, y no pocas; y por supuesto que necesitan ser liberadas, aunque no por imposición exorcista, como se tiene por costumbre, sino fundamentalmente haciendo uso del mensaje liberador de la Palabra divina.

A veces, también se percibe que las manifestaciones de posesión diabólica, son muy distintas de las que se suelen observar normalmente en los extremos carismáticos. De hecho, podemos hallar individuos poseídos o directamente influenciados por los demonios, que son extremadamente inteligentes, y asimismo están dotados de una excelente audacia y gran capacidad; y por qué no decirlo, muchos gozan de una salud impecable. A la verdad que el perfil de estas personas no coincide con las imágenes que se pueden contrastar en algunos «exorcismos», en los cuales los aparentes endemoniados caen al suelo en un estado de rigidez, manifestando diversas convulsiones… Antes bien, estos cuadros clínicos que se producen, lejos de ser expresiones demoníacas, son en muchos casos simplemente ataques de histeria, que se ocasionan debido a una especie de pre-hipnosis involuntaria, donde el exorcista de turno fuerza elementos del subconsciente; y como resultado de ello, la persona interior (el inconsciente) se rebela con brusquedad.

Una vez más Satanás inventa enseñanzas que no se fundamentan en la Biblia, y que, en todo caso, son recubiertas con versículos aislados e interpretaciones forzadas y oscuras. Pero, cuando éstas son analizadas a la luz de todo el contexto bíblico, nos damos cuenta del engaño infernal. Y no parece nada extraño tal procedimiento, pues la artimaña que Satanás utilizó con Adán y Eva en el huerto del Edén, fue tergiversar la Escritura.

Volvemos a la misma cuestión planteada: nuestra labor no consiste en realizar exorcismos, puesto que la Biblia no lo recomienda. Lo que sí enseña es que «si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Jn. 8:36). Así que, la verdadera libertad se produce por la intervención directa del Señor Jesús en el corazón del ser humano. Cuando la persona se convierte a Cristo, la liberación se sucede en forma instantánea; y aquí no hay intermediarios, ni métodos adicionales. Jesús es la Verdad, y cuando recibimos su gracia, Él nos libera de todo influjo maligno. Y por el conocimiento de esa misma verdad (su Palabra), también nos logramos liberar de las influencias del pecado, de nuestro yo, y del mundo que nos rodea… Así lo expresó el mismo Señor: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (liberación)» (Jn. 8:32). Ciertamente, la exposición clara y verdadera de la Revelación bíblica, hace temblar a los demonios. Y es con la aceptación del mensaje redentor de la Palabra, que comienza la intervención poderosa del Espíritu de Dios, produciéndose auténtica liberación en el corazón de todo aquel que acepta la gracia salvadora de Cristo.

Reparemos en el peligro, porque con la aceptación de estos procedimientos mencionados, se está yendo en pos de los falsos cristos, y cayendo en las trampas que, con no poca astucia, el Maligno ha preparado para hacernos tropezar. Y para no incurrir en errores doctrinales o prácticas insensatas, es necesario conocer bien la Palabra de Dios, y estar ejercitado en su manejo (la espada del Espíritu). De lo contrario, cualquiera es presa fácil para el Diablo, que es lobo vestido de «oveja».

Al igual que hemos hecho constar en las sanidades, la misión de liberar a las personas de los demonios, no la efectuó nadie, aparte de Jesucristo y sus apóstoles. Por lo demás, no existe ninguna instrucción en la Biblia para realizar este tipo de ministerio, ni tampoco se recoge mandamiento alguno sobre estas prácticas ciertamente escandalosas.

Sepamos distinguir las doctrinas, porque si nos desviamos de la verdad bíblica, lo único que conseguimos es que Satanás se aproveche de las artimañas mencionadas, es decir, de los métodos que no son bíblicos. Métodos que, por otra parte, hacen que cada vez más personas se introduzcan en este juego peligroso. Valga una muestra de la errónea conducta plasmada por el autor carismático, con la siguiente confesión: «Yo nunca llamo demonio a nada hasta que en realidad haya hablado con él. Utilizo varios criterios para evaluar si estoy hablando con un demonio…» (Jhon Wimber, Sanidad poderosa. Ed. Caribe, 1987, 264). En el sentido opuesto a esta declaración, la Escritura no presenta ninguna enseñanza que nos otorgue licencia para hablar con los demonios, ni tampoco para evaluar nuestra relación verbal con ellos. La única relación que promueve la Biblia es con Dios, y no con el Diablo.

Como veremos a continuación, la Palabra advierte que la lucha del cristiano consiste en resistir la tentación y mantenerse firme, en obediencia a las recomendaciones bíblicas. Lo demás son complicaciones, que si en algo contribuyen, es a entorpecer nuestra buena relación con Dios, y a debilitar gravemente nuestra vida espiritual.

NUESTRA LUCHA CONTRA EL ENEMIGO

La guerra espiritual es un tema que parece hallarse muy de moda hoy día, y avalado por una especie de actitud triunfalista en muchos sectores cristianos. Pero, a la verdad, esta inquietud enfermiza por la guerra espiritual, no se corresponde con el verdadero llamamiento bíblico a la lucha. El creyente, en este sentido, está llamado a proclamar la verdad de Dios y no tanto a detectar la mentira de Satanás. En contraposición, la mentira se descubre de forma espontánea en la medida que estamos más empapados de la Verdad divina.

Nuestro combate contra el Reino de las tinieblas debe hacerse siempre desde el Reino de la luz, y nunca al revés. De la misma forma, el engaño se logra detectar cuando se conoce la verdad revelada en la Escritura, y no de forma inversa.

Para obtener un criterio acertado sobre la guerra espiritual, es preciso preguntarse: ¿Cuáles son las instrucciones que se hallan en la Biblia para ejercer nuestra lucha contra el Diablo y sus huestes de maldad? Con el objeto de responder bíblicamente a esta pregunta, destacaremos algunos pasajes claves:

(Efesios 6:1-10) Éste es, con toda seguridad, el pasaje más importante de la Escritura, en el cual se expone de forma clara, concisa y gráfica, la manera como debe actuar el cristiano frente a las asechanzas del Diablo. «Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes…». Al parecer, el texto indica que el tipo de lucha que se requiere, no se contempla como una batalla campal o guerra encarnizada contra el enemigo. Más bien lo que se considera es la posición de estar firmes (vs. 11 y 14), y después resistir (v.13), para que, desde esa condición, podamos apagar los dardos que el Maligno lanza sobre los cristianos (v.16). Las armas que se exponen en este pasaje: la verdad, la coraza de justicia, el apresto del Evangelio, el escudo de la fe, el yelmo de la Salvación, y la espada (ésta era la espada pequeña que poseía el soldado romano para defenderse; no estaba diseñada para el ataque) del Espíritu, junto con la oración, son exclusivamente para la «defensa» y no para el «ataque». Y como podemos observar, no se encuentran los otros métodos que estos sectores utilizan hoy día para luchar contra Satanás. No se mencionan reprensiones, palabras agresivas, imposiciones de manos, soplos, repeticiones verbales, manifestaciones apoteósicas, ni demás entuertos. Tampoco se identifica el nombre de los demonios, se dialoga con ellos, o se les ataca… como hace constar Peter Wagner –el promotor de la Guerra espiritual–.

(Gálatas 5:22,23) «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley». –Si pensamos que todos los síntomas que se muestran en el extremo carismático, son producto del Espíritu Santo, vamos por camino errado; pues el fruto del Espíritu es amor (no prepotencia), paz (no excitación), fe (fidelidad a la Palabra), mansedumbre (no un talante autoritario), templanza = sobriedad (no descontrol de la personalidad, aturdimiento o desconcierto psíquico). Y como cita Santiago, la sabiduría de lo alto es «pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre (palabra clave) ni hipocresía» (Stg. 3:17).

(Santiago 4:7) «Someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros». –Si observamos bien el texto, el mandamiento bíblico para toda clase de liberación, consiste en «someterse a Dios». Este mandamiento bíblico es bastante explícito, puesto que exige una forma de vida en obediencia a su Palabra (aunque tal vez esta recomendación no sea del agrado de muchos). La segunda prescripción es comprensible: «resistid al Diablo». Vemos que dicha encomienda, ciertamente bíblica, no significa en ningún caso que hayamos de amenazarle o enfrentarnos con él. Parece tener un sentido completamente inverso, esto es, evitarlo a toda costa, no cediendo a la tentación de involucrarse en los extraños juegos de malabarismo extra-bíblico. Y como resultado de todo ello (de resistir y someterse a Dios), el Diablo no alcanza sus objetivos, y por consiguiente, como cita el texto, huye de nosotros.

Como bien habrá notado el lector, el tema parece bastante sencillo, y no existen las otras maniobras complicadas que se suelen presentar. Aquí no se observan imposiciones de manos mágicas, gritos, reprensiones, enfrentamientos; como tampoco se identifican nombres demoníacos, ni se reclama autoridad alguna. Lo único que estamos apreciando, hasta ahora, es que la obediencia a Dios, junto con la resistencia a la tentación, produce la adecuada liberación de toda intervención diabólica.

(1 Timoteo 3:6) «No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo». –El apóstol Pablo, escribiendo a su discípulo Timoteo en cuanto a los requisitos pastorales, prescinde de todos los procedimientos extremos que se han citado. Solamente recomienda que el anciano, o pastor, no sea un recién convertido, puesto que el envanecimiento es, básicamente, el arma predilecta que utiliza el Diablo. De la misma forma que el hambriento león busca el animal más débil de entre la manada, para atraparlo con más seguridad y rapidez, también en la vida cristiana ocurre lo mismo: el que en su orgullo cree ser el más fuerte, ése resulta ser el más débil.

¿Con qué pensamos que asocia el apóstol la influencia de Satanás? Pues no con las manifestaciones convulsivas, propias de una película de terror (tipo «la niña del exorcista»), sino más bien con el «orgullo» del hombre. Éste es el horrendo pecado que Satanás cometió, y a la verdad, está muy interesado en fomentarlo, mayormente entre los círculos cristianos. Y desde luego que va a hacer todo lo posible, utilizando sus mentiras, para que la arrogancia brote en todo corazón predispuesto; y sobre todo en aquellos que así mismos se atribuyen el poder de dominar el desconocido y peligroso mundo de los demonios.

Es verdad, algunos pretenden hacer creer que poseen grandes poderes, pero lo que ignoran es que su engreimiento, es decir, la jactancia en admitir que pueden dominar a Satanás, es precisamente lo que les hace más vulnerables. Y, envanecidos por su propio ardor guerrero, lo único que consiguen es enredarse de una forma lamentable en los lazos del Diablo.

Contrariamente a lo que ciertos individuos practican, la manera más efectiva de combatir con el enemigo, en todas las áreas de la vida cristiana, consiste en aplicar la humildad; puesto que ésta constituye requisito indispensable para recibir la bendición de Dios. Y, si en la vida del llamado siervo de Cristo no se halla humildad, ¿de dónde provienen todas las aparentes bendiciones?

(2 Timoteo 2:25) «…por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él». –Aquí vemos que la actitud de arrepentimiento es necesaria para adquirir el conocimiento de la verdad, que es lo que a su vez produce la auténtica liberación. Un verdadero arrepentimiento, por tanto, dispone nuestro corazón hacia una vida de humildad y mansedumbre, por la cual somos receptores de la constante gracia divina. De hecho, el cristiano en sus propias fuerzas se encuentra indefenso, y solamente Dios puede protegerlo de toda influencia demoníaca. Así lo hace constar el mismo Señor en el «Padre nuestro» (Mt. 6:13).

La formulación bíblica es del todo precisa: Dios humilla a aquel que a sí mismo se exalta, y en cambio exalta a todo aquel que se humilla. Esta última disposición ofrece la protección divina contra el Diablo, y la liberación del pecado que nos asedia. Pero la verdad sea dicha, la humildad y la mansedumbre brillan por su ausencia en la «actuación» de buena parte de los líderes ultra-carismáticos. Y por lo que cita el texto, aquellos que en su arrogancia pretenden liberar a los demás del Diablo, son los que se hallan más esclavos: «cautivos a voluntad de él (de Satanás)».

(1 Pedro 5:6-10) «Humillaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios». –El concepto es el mismo que hemos expuesto. El primer paso, en el procedimiento que debe seguirse, es adoptar una actitud de humildad. Observemos que el texto no dice: ¡exaltaos contra el Diablo! sino: humillaos ante Dios. ¡Ven ustedes la diferencia!

«Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros». –El segundo paso consiste en mantener la confianza plena en el cuidado y la protección del Padre celestial. Nuestra fe en el Dios todopoderoso es la que vence al mundo, según cita 1 Juan 5:4.

«Sed sobrios, y velad». –Seguidamente el texto nos invita a conservar la serenidad, la cual se consigue con el dominio propio (sobriedad); lo contrapuesto al descontrol mental. Y a continuación, el consejo no se presta a confusión alguna, y así recomienda: ¡velad!, es decir, estad atentos, vigilantes, despiertos y no aturdidos; para que, desde esta condición, podáis distinguir con claridad todo engaño del enemigo.

«Resistid firmes en la fe». –Por último sólo nos queda resistir sin ceder a la tentación. Con esta actitud habremos de perseverar en toda paciencia, y así mantenernos firmes, con la plena convicción de que Dios, nuestro Protector, nos guarda de todo mal.

La Escritura se vuelve a confirmar una vez más: no son necesarios los ataques, las provocaciones, los embates pendencieros, las agresiones verbales… La enseñanza se subraya en los textos una y otra vez. A saber, no hemos de combatir en el campo del enemigo, sino mantenernos firmes en nuestro propio campo.

«Él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca». –He aquí el resultado final de este proceso de lucha: perfección, firmeza, fortaleza, estabilidad, etc. Y esto, consecuentemente, no es producto del esfuerzo humano, sino que lo hace el mismo Dios de toda gracia.

Como notamos claramente en el pasaje bíblico leído y comentado, todo ello constituye el armamento de la espiritualidad efectiva, y contribuye gratamente a nuestra madurez personal. Luego, sólo a través de una íntegra capacitación bíblica, y lejos de procedimientos extremos, lograremos mantener intacta la estabilidad espiritual frente a los ataques del enemigo.

Consideraciones varias

Después de haber considerado los textos bíblicos, es necesario preguntarse: ¿Dónde se encuentran en la Biblia, expresado de forma clara, todos los demás métodos ultra-carismáticos: exorcismos, diálogos con el Diablo, reprensiones, retos, insultos, enfrentamientos, y demás sinrazones?

Por lo general, debemos admitir que Satanás influye y actúa en nuestras vidas, y sobre nuestras circunstancias… pero siempre y cuando Dios se lo permita. Y todas sus maniobras, ataques o tentaciones, mantendrán siempre una finalidad provechosa para aquel que ama a Dios: «A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Ro. 8:28). De tal forma, el resultado positivo está asegurado para el creyente fiel, por muy duras que sean las pruebas.

Ajustando nuestra mirada hacia el modelo bíblico, apreciamos que sólo Jesucristo y los que recibieron la autoridad apostólica, ejercieron su poder sobre los demonios: «Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades» (Lc. 9:1). Vista la enseñanza, ¿por qué, entonces, queremos asignar a todos los cristianos esta autoridad, si el Señor se la confirió sólo a ellos? De todas formas el Nuevo Testamento no parece indicar otra cosa. «Llamando a sus doce (no más) discípulos les dio autoridad» (Mt. 10:1). «Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios» (Mr. 3:14,15). Como podemos comprobar, los versículos bíblicos limitan claramente esta autoridad a los apóstoles de Cristo, y circunscrita sólo para aquel periodo mesiánico.

Consideramos también que ni siquiera el arcángel Miguel, siendo el príncipe de los ángeles, como su propio título indica, se atrevió a reprender a Satanás, según hace constar Judas 9.

En este tiempo observamos la ingenuidad que algunos albergan respecto a la persona y el poder de Satanás. Para ciertos líderes ultra-carismáticos el Diablo se reduce a un simple muñeco, el cual se puede manipular a voluntad propia, a modo de marioneta. Incluso también se le puede ordenar, como si éste fuera nuestro mayordomo personal…

Una vez más debemos recoger el ejemplo de nuestro Maestro, y ver que cuando Jesús se enfrentó con Satanás en el desierto, no adoptó una postura de superhéroe… Tampoco se produjeron gritos, palabras repetitivas, reprensiones, alborotos; y en ningún caso utilizó expresiones verbales agresivas. La conducta de Jesús contra los ataques de Satanás fue tranquila, serena y pacífica; incorporando una posición defensiva, que consistió básicamente en mantenerse firme, como igualmente hemos apreciado en las varias instrucciones bíblicas.

Vistos los ejemplos extremos, nos percatamos en la Escritura de que Jesús resistió la tentación utilizando la verdad bíblica: «Escrito está» (Mt. 4:4). Y si en la vida del Maestro no se contempló estas formas extrañas de proceder, ¿quién es el hombre para inventarlas hoy?

Apreciado lector: haría bien en no arriesgar su espiritualidad, no vaya a ser que, aun pensando que se halla en la verdadera luz, sea atrapado por las tinieblas. Según lo examinado hasta aquí, la postura más correcta, además de bíblica, consiste en acudir al Padre de las luces y pedir cada día su protección celestial. Por nuestra parte solamente nos corresponde tomar la armadura, resistir, estar firmes, y asumir por la fe el programa que el Señor haya previsto según sus designios para nuestra vida en particular.

En fin, ni en el Antiguo Testamento, ni en los evangelios, ni en el libro de Hechos, ni en las cartas a las iglesias, encontramos que los escritores establecieran esta doctrina: ni para sanar enfermedades, ni para echar fuera demonios. Y si la Biblia no arroja suficiente luz para apoyar estas prácticas impropias, ¿a qué conclusión podemos llegar? Si todo ello no posee fundamento bíblico, ¿de dónde proviene entonces…?

Después de estas breves sugerencias, podemos concluir diciendo que: a Satanás no se le vence con el poder, sino con la verdad.

La apostasía

«Porque no vendrá (el Señor Jesucristo) sin que antes venga la apostasía» (2 Ts. 2:3). El término apostasía aparece tres veces en el Nuevo Testamento (Hch. 21:21), (2 Ts. 2:3), (1 Ti. 4:1). Y según el pensamiento bíblico, el concepto de apostasía expresa un distanciamiento, doctrinal y práctico, de las verdaderas enseñanzas evangélicas.

En primer lugar, juzgamos importante saber que la apostasía es un movimiento formado dentro de nuestra Cristiandad, pero que a la vez se desvía de la autenticidad cristiana. Es una corriente espiritual que se aparta de la fe genuina, para incorporar una fe errónea; se aleja de la correcta doctrina, para ir en pos de una imitación falsa. Sus enseñanzas y prácticas se consideran bíblicas, pero en verdad no lo son. Y lo que es peor, dicho movimiento se genera y desarrolla en el marco de la Iglesia de Cristo… Es, por tanto, un cristianismo verdadero en apariencia, pero sin serlo en la realidad.

Podemos advertir que la apostasía es cristiana en su forma, pero no en su esencia; presume de actividad externa, pero carece de vida espiritual interna; surge desde el seno de la Iglesia histórico-cristiana, pero no es iglesia verdadera. «Salieron de nosotros (la iglesia), pero no eran de nosotros» (1 Jn. 2:19).

A este poderoso movimiento bien podríamos denominarlo el sistema «cristiano» del Anticristo, el cual funciona de manera escondida, cambiando de forma a lo largo de la historia de la Iglesia… Aunque, si bien, también fue identificado en ciertos momentos históricos por la propia Iglesia, y a la luz de las Escrituras (como fue el caso de la Reforma del s. XVI). Por este motivo, ha tenido que ir adquiriendo nuevas estrategias de camuflaje, para seguir engañando al mundo, incluyendo a los propios creyentes: «Aun a los escogidos (la verdadera Iglesia de Jesucristo)» (Mr. 13:22).

Así, pues, la apostasía no revela formas de maldad visible a los demás, sino que posee diversas expresiones de pecado oculto, que asimismo es camuflado por un ropaje religioso de renovación espiritual: «Vestidos de ovejas» (Mt. 7:15).

IDENTIFICANDO LA APOSTASÍA

Muchos falsos maestros proclaman un avivamiento mundial, cuando la Escritura contempla más bien los contrario. La Biblia presenta claramente una apostasía, que conjuntamente camina de la mano del verdadero Evangelio.

No obstante, hoy día existe una tendencia espiritual bastante definida, que aunque no sea exclusiva de los extremos carismáticos, muestra visiblemente los rasgos característicos de la apostasía mundial que al presente estamos viviendo. Tales expresiones se encuentran reconocidas en la deformación de los tres grandes pilares de la vida cristiana: la doctrina, el amor y la fe.

La verdadera doctrina es corrompida

Siguiendo esta misma dirección de falsedad, observamos que una de las señales claves de la apostasía, consiste en que la verdadera doctrina bíblica será corrompida.

Es cierto que la Historia siempre ha tenido sus detractores sobre las cuestiones más fundamentales en materia de doctrina cristiana, sobre todo tocante a la Salvación. Pese a ello, cabe pensar que en el periodo final de la Historia será más difícil poder detectar el engaño. Es verdad que a través de los siglos la configuración doctrinal ha ido perfilándose, hasta confluir en lo que llamamos hoy doctrina conservadora. No obstante, en la actualidad existe una forma de error mucho más sutil, que dificulta en gran manera la identificación del error doctrinal.

La expresión de algunos círculos cristianos, incluyendo el llamado «evangélico», se revela haciendo uso de sus falsas enseñanzas, donde el creyente se pierde en medio de la confusión, provocando así la quiebra espiritual de muchos cristianos que se adhieren a movimientos ajenos a la verdad bíblica. Por ello, no debemos hacer caso omiso a las predicciones: «Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina» (2 Ti. 4:3).

Igualmente hoy el mensaje bíblico es corrompido por la teología modernista, y por nuevas y extrañas formas de entender la Palabra divina, que lo único que consiguen es complicar el Evangelio, además de enturbiar el sencillo y verdadero significado de la voluntad de Dios para el hombre. Por tal motivo, debemos seguir el consejo que la misma Escritura nos brinda: «Tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina».

Luego, según se nos recomienda, todos los cristianos somos llamados a conservar la sana doctrina, la cual estamos obligados a conocer, para así defender el precioso legado que el Creador nos ha dejado, en su infinita misericordia.

Indiscutiblemente la doctrina cristiana parece sufrir hoy de una grave corrupción. Pero, no debemos alarmarnos ante esta perspectiva tan sombría, pues la Escritura recoge la advertencia en clave profética, asegurando que «muchos (tal vez demasiados) seguirán su disolución» (2 P. 2:2).

El amor se enfría

«Y por haberse multiplicado la maldad (es la causa), el amor de muchos se enfriará» (Mt. 24:12). Una de las contradicciones más difundidas de la llamada apostasía, reside en dejar a un lado lo que identifica al cristianismo verdadero: la práctica del AMOR. Ciertamente algunos conocen muy bien la teoría bíblica, y se llenan los labios hablando acerca del amor de Cristo, pero muy poco o nada ponen en práctica lo que predican. Así es como la actitud de hipocresía, en sus formas de expresión cristiana, hace posible compatibilizar las bonitas palabras con las manifestaciones carentes de amor práctico.

En el sentido contrario, debe ser el amor llevado a la experiencia lo que demuestre que somos cristianos, y no sólo nuestra doctrina (para los más ortodoxos); y mucho menos los espectáculos, las expresiones sensacionalistas, o las manifestaciones extraordinarias; cuando, a la verdad, todo esto carece de significado alguno para el ser humano.

Desde luego, pueden hallarse milagros y revelaciones sobrenaturales, pero por lo general en muy poco se evidencia el amor de Cristo, ni en los círculos conservadores, ni en los más renovadores. Es una apostasía generalizada la que estamos viviendo hoy día; donde, cada vez estamos más convencidos, de que el Espíritu Santo ha dejado de habitar en muchas de nuestras iglesias. Y el proceso es tan sencillo como entender que «Dios es amor» (1 Jn. 4:8). Y si no hay amor, la fórmula es bien precisa: Dios no está, o por lo menos no se manifiesta. Igualmente el individualismo, y la indiferencia de los unos por los otros, son síntomas visiblemente manifiestos de la creciente apostasía mundial, la cual se hace presente en no pocas congregaciones.

En conclusión, la vida cristiana nos es vida, ni mucho menos es cristiana, si no consigue expresar de una forma clara y evidente el verdadero amor de Dios.

La fe se extingue

«Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lc. 18:8). Uno de los elementos más significativos de la apostasía, radica en apartarse de la fe. De tal forma que gran parte del cristianismo apóstata, basa su teología en las señales, los milagros, las sanidades, y en la experiencia subjetiva de las sensaciones, pero muy poco en la fe. Otros, en el extremo opuesto, apoyan toda realización espiritual en la propia intelectualidad de sus fuerzas racionales, y en la defensa de un naturalismo teológico que hace de Dios un ser impersonal, lejano, y aislado en su morada celestial…

Así es, en la medida que nos acercamos al fin de los tiempos, el abandono de la fe bíblica va a ser –y ya es– una de las señales más claras de la iglesia apóstata. Pese a todo, la Escritura sigue sosteniendo la misma idea de siempre: «Mas el justo por la fe vivirá» (Ro. 1:17).

Efectivamente, la apostasía nace y se desarrolla dentro de la Iglesia institución, pero sin embargo se «aparta» definitivamente de la auténtica fe –la fe que salva–, yendo en pos de una fe engañosa que condena, esto es, la fe en los milagros, la fe en la fe, la extraña súper-fe, la fe del superhombre, y otras formas y expresiones de fe que no parecen ser bíblicamente legítimas.

Por un lado, el racionalismo teológico, que parece excluir la fe de sus argumentaciones humanistas, y por el otro, la búsqueda de la evidencia milagrosa y sobrenatural, que tampoco es poseedora de una verdadera fe, conforman los extremos de la apostasía, e invaden sin piedad la fe sencilla que debe contemplarse en el creyente fiel. Además, parece evidente que todos los extremos carismáticos, como ya hemos visto, no asientan su fundamento doctrinal en la fe, sino básicamente en los sentimientos; y éstos vienen a confluir, normalmente, en las experiencias prodigiosas y los fenómenos de tipo extraordinario. En tales casos, se llega al punto en el que la fe se pone al servicio del pueblo, y se utiliza como «ídolo» para conseguir los fines que el hombre egoísta desea. Es una fe que se vende al mejor postor.

En esta línea, también podríamos analizar la nefasta mentalidad materialista de la sociedad aburguesada de nuestro Occidente, y su negativa influencia en la Iglesia, en detrimento de la fe.

Dicho esto, deberíamos examinar nuestra fe, y confirmar si verdaderamente es genuina; si se halla depositada sólo en el Salvador y en sus fieles promesas, y si al tiempo ésta surge de la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, como hace notar Romanos 10:17, o en cambio resulta ser producto de enseñanzas extrañas que no se avienen a los principios más fundamentales de la Santa Palabra de Dios.

LOS FOCOS MÁS IMPORTANTES DE LA APOSTASÍA HISTÓRICA

El Catolicismo Romano

Es cierto que ya en tiempos del Nuevo Testamento existían movimientos de carácter apóstata: como los cristianos judaizantes; el llamado pre-gnosticismo; grupos sectarios identificados –como los nicolaítas–; algunos sectores animistas; y demás influencias religiosas grecorromanas, que se encontraban para influir de modo perjudicial en la Iglesia Antigua, a fin de extraviar a los creyentes de la enseñanza apostólica que debían seguir.

Ahora bien, entendemos que la apostasía no se mantiene estática, sino que va cambiando y adquiriendo nuevas formas, cada vez más sutiles; pero siempre intentando no desprenderse de la verdadera Iglesia, para engañar «aun a los escogidos». Pues sólo desde la verdad auténtica, es donde se puede falsear casi auténticamente la verdad. La cizaña y el trigo crecen juntos. ¿Arrancamos la cizaña? Respondió Jesús: «No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega» (Mt. 13:29,30).

Por ello, se deduce que a través de los siglos pasados, la apostasía (como movimiento histórico) por antonomasia, fue la desviación de la Iglesia Católica, que se apartó de la verdadera fe y de la doctrina apostólica, creando el llamado Catolicismo Romano, contemplado como el movimiento histórico cristiano apóstata más importante de todos los siglos. A partir de ahí, fueron surgiendo ciertos focos de apostasía, pero que no le hicieron sombra a la «madre» (por así llamarla).

Y así llegamos a la gloriosa época de la Reforma, que desenmascaró al gran «monstruo», y reinterpretó la doctrina evangélica en sus principios apostólicos. Esto marcó una segunda etapa histórica para nuestra Cristiandad, que definió con bastante precisión la Iglesia verdadera, quedando identificada en la propia Historia. Por esta razón entendemos que la apostasía (que no es ingenua) ha tenido que adquirir nuevas tácticas de adaptación a la presente situación.

La Iglesia Protestante

La Iglesia Protestante, con toda seguridad, representó un gran logro para el Cristianismo… No obstante, y como era de esperar, la historia volvió a repetirse. El movimiento Protestante, convertido en un organismo oficial, fue degenerando hasta llegar a la plena decadencia. De tal forma, podemos contemplar en la actualidad la extrema formalidad eclesiástica en la que subsisten muchas de estas iglesias en nuestra Europa protestante, así como la estéril religiosidad que manifiestan. El estancamiento y la frialdad de la iglesia posmoderna, que se ha alejado –apostatado– del espíritu de la Reforma, y por ende de los principios de la propia Escritura, se ha convertido, en mano de los poderosos, en una institución eclesiástica; pasando de ser un organismo confesante, a ser una organización profesante; que por otra parte no es otra cosa que las viejas vestiduras del Catolicismo Romano, pero con nuevas formas de «reforma». No parece nada extraño pensar que muchas de sus representaciones evangélicas, en términos generales, sigan el mismo camino: un camino sin retorno hacia el precipicio.

Hoy día podemos decir que lo que identifica a la Iglesia verdadera es su «doctrina». Sin embargo, el relativismo teológico, el intelectualismo desbordante, el indefinido humanismo, la teología modernista, y demás componentes, han desconectado al Dios personal de la realidad bíblica, creando una imagen lejana e impersonal del buen Padre celestial, y no poco distorsionada de la Revelación que Él mismo nos ha dejado.

También debemos empezar a dudar si podemos hablar de Iglesia Evangélica como iglesia verdadera. Pues debido a su gran extensión y ramificación, se está diluyendo cada vez más en una especie de sincretismo religioso y espiritual, donde todo lo llamado «evangélico» parece ser válido y aceptado sin discusión alguna por la mayoría; sin que apenas nadie se detenga por un momento a contrastar las innovaciones supuestamente cristianas, con la verdad bíblica.

El Secularismo eclesial

A medida que el Cristianismo se adapta a los valores de este mundo, y paralelamente el mundo más se cristianiza, resulta más fácil, como es lógico, que la apostasía se propague con toda rapidez.

Es cierto, las influencias del mundo son permanentes y cada vez más poderosas. Por desgracia, éstas se introducen en las congregaciones de una manera casi natural, donde los valores, contrarios a la Palabra, son adaptados a la Iglesia; creando así una religión secularizada, que con sus renovadoras y consentidas formas, corrompen el verdadero y original mensaje del Evangelio. «Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo…» (1 Jn. 4:5).

Al presente encontramos una Iglesia conformada y deformada, pero no transformada; en todo caso adornada. Buena parte de la Iglesia va cambiando las formas, pero con ellas alteran también los valores inalterables del Evangelio. Y aquellas que en su momento se diferenciaban del mundo en las expresiones exteriores, y se oponían a la renovación, han quedado interiormente vacías de contenido.

El mensaje que por lo general la Iglesia ofrece hoy, no presenta una alternativa válida para el creyente que asiste el domingo a la congregación; e igualmente ha conseguido también perder por completo el interés para nuestra sociedad. A lo sumo, se exponen los temas de carácter ético-social, que por otra parte son los mismos por los cuales la sociedad está preocupada: la globalización; la iglesia y el estado; los manifiestos contra la guerra; la tolerancia religiosa; el aborto; la eutanasia; la clonación; entre otros compromisos éticos del cristiano con el mundo, que a la verdad no dejan de ser importantes, y ciertamente poseen su serias implicaciones en la vida cristiana. Pero, aun siendo todo ello necesario, también existe el grave peligro de fomentar una especie de «humanismo religioso», que presenta un evangelio relativo, el cual descompone el verdadero y esencial mensaje de «vida eterna»; descuidando así los aspectos más fundamentales del Reino celestial, como pueden ser: el pecado, el arrepentimiento, la perdición eterna, la gracia, la salvación, la santificación, la adoración a Dios, etc.

Y he aquí el peligro: un Cristianismo que se funde cada vez más en los principios de una sociedad que no tiene en cuenta a Dios. No por casualidad, la recomendación del apóstol Pablo, en Romanos 12:2, mantiene su constante actualidad: exhorta a los cristianos a no adaptarse a los valores de la sociedad, y a renovar constantemente el entendimiento, con el objeto de crecer progresivamente en el conocimiento divino, para evitar estancarse espiritualmente en las aguas turbias de este confuso mundo.

Se prevé que buena parte de nuestras iglesias está descuidando su especial vinculación divina, y pasa por alto su ciudadanía celestial. Sólo hay que prestar atención a las conversaciones (en caso de que las haya) que se producen entre los creyentes al terminar el culto. Éstas giran en torno al fútbol, la moda, el empleo, la música secular, y demás entretenimientos terrenales, pero muy poco o nada se tienen en mente las cuestiones de orden trascendental.

Así, la apostasía ha motivado la introducción en la iglesia de la mentalidad materialista e individualista (perdiendo el sentido de comunidad) y autosuficiente, que apropia una especie de conciliación armónica: el mundo (apartado de Dios), con lo santo (apartado del mundo). En este asunto, la Revelación bíblica no mantiene su silencio: «Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Jn. 4:15).

El movimiento ultra-carismático

Y por último, y teniendo presente la guía y aportación que nos ofrecen los datos bíblicos, el movimiento apóstata más unido al verdadero Cristianismo, en estos momentos, se encuentra sin duda alguna en el ambiente ultra-carismático.

Con la gran expansión del extremo carismático, y la gran confusión doctrinal que ello ha comportado, se puede afirmar que esta apostasía es la más peligrosa de todas; siendo muy atractiva para el corazón inquieto y descontento, el cual reacciona extremadamente a la secularización que al presente está experimentando la Iglesia. Y Satanás lo sabe, por lo que no va a desaprovechar la ocasión. Para ello ha creado todo un sistema seudo-cristiano, que como hemos contemplado se camufla con ropajes de espiritualismo sensacionalista.

De manera que, el extremo carismático constituye, por grado de importancia, la más grande de las apostasías religiosas que existen en la actualidad. Y aunque el fenómeno no se desarrolla exclusivamente en el entorno evangélico, es precisamente en éste donde ha encontrado el terreno más abonado para plantar su semilla y hacerla crecer.

En definitiva, esta corriente se une a la verdadera Iglesia para arrastrar a muchos en sus doctrinas y prácticas; y es la forma de apostasía que, con mayor determinación, precederá a la segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo.

TEXTOS BÍBLICOS SOBRE LA APOSTASÍA

Existen varios textos en la Biblia que son dignos de reflexión, y que de alguna manera nos muestran la naturaleza de la apostasía y sus efectos nocivos para la Iglesia.

Para su mejor aprovechamiento, ruego al lector que lea los textos bíblicos muy detenidamente, con el objeto de observar bien las frases de los versículos y los detalles de las palabras; realizando, a la vez, una comparación con el extremo de la doctrina carismática, y advirtiendo la relación tan estrecha que existe entre la información bíblica, y aquellas doctrinas y prácticas extra-bíblicas que ya hemos presentado a lo largo de nuestra consideración.

De las citas o pasajes bíblicos que vamos a señalar –divididos por bloques– destacaremos algunas frases, expresiones o términos, que son clarificadores por sí mismos; y, que según veremos, arrojan suficiente luz para poder distinguir con claridad las distintas formas de apostasía. En esto, es preciso reconocer que a la segunda Venida de Jesucristo le precederá, no un avivamiento –según algunos predicen–, sino más bien una apostasía. Así que, prestemos una atención especial, porque en los siguientes textos bíblicos encontraremos llaves magistrales que nos permitirán comprender cuáles son los cimientos donde se construye todo este «gran movimiento» creado por la llamada apostasía.

La apostasía viene

2 Tesalonicenses 2:1,3,4,9,11,12

«Nadie os engañe en ninguna manera». – En primer lugar observamos que esta advertencia no fue dirigido al incrédulo, sino al pueblo de Dios. A saber, las manifestaciones del Anticristo son cada vez más engañosas, es decir, cada vez se parecen más a la verdad de Dios, con el fin último de apartar a los hombres de la Verdad. Y por supuesto, no hay mejor manera de que la apostasía engañe a los cristianos, que aparentando ser iglesia verdadera.

«Porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición». –En este texto bíblico se nos informa sobre la venida de un movimiento –el del Anticristo– que antecederá al retorno de Jesucristo, y que se producirá irremediablemente en el seno de la propia Iglesia, presidido y dirigido por el llamado «hombre de pecado».

«El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto». –Esta es su finalidad: ir contra… oponerse a Dios. Pero, ¿de qué manera lo hace? El versículo siguiente responde de forma categórica.

«Tanto que se sienta en el templo de Dios (la Iglesia) haciéndose pasar por Dios». –El fraude consiste en que se pone en el lugar de Dios (de la Verdad absoluta). Aunque, no nos engañemos, Satanás no lo hace por la vía de la oposición, sino de la imitación; y no de una forma abierta, para no ser detectado, claro está. El error maléfico se lleva a cabo a través de doctrinas casi-bíblicas y prácticas espirituales casi-cristianas ya mencionadas; donde, para no ser descubierto, se trama una falsificación que es muy parecida a la verdadera enseñanza bíblica. El Diablo es malo, pero no ingenuo.

«Cuyo advenimiento (el de la apostasía) es por obra de Satanás». –Según la profecía leída, esta apostasía tiene que venir (y ya está presente) representada, supervisada y promovida, por el mismo Satanás (atención al texto bíblico que sigue).

«Con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad». –Si es cierto que estos versículos bíblicos son aplicables a nuestra época, entonces tendremos, sin más remedio, que atrevernos a identificar el sector dentro de nuestro ámbito evangélico que se hace pasar por cristiano, y que realiza grandes señales y prodigios; pero que, al mismo tiempo, éstos serán (y ya son) hechos con todo engaño de iniquidad, y por obra del mismo Satanás, como bien refleja el texto leído.

«Por esto Dios les envía (según su voluntad permisiva) un poder engañoso (no cualquier cosa), para que crean la mentira». –Por cuanto muchos llamados cristianos no quieren aceptar la verdad, Dios consiente que se levante un movimiento con carácter de renovada espiritualidad, cuyas vestiduras eclesiásticas, doctrinales y prácticas, se unen como obra de arte creada dentro de la Iglesia histórica por las personas que están, pero que no son… Y el parecido es tal, que constituye el «poder engañoso».

«A fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia». –Aquí se destacan los términos: condenación, creer, la verdad, como muestra de que la salvación es el bien existencial más combatido por Satanás; pues de ello depende la eternidad del hombre. Fue la gran herida que sufrió la bestia católico-romana en la Reforma: «La justificación por la fe». Esto, por otra parte, Dios lo permite a modo de juicio, para aquellas personas que aceptan una religión egoísta, que no está dispuesta a defender la justicia del Reino de Cristo («se complacieron en la injusticia», hemos leído); desechando, en consecuencia, el precioso Evangelio de Cristo para poder ser salvos.

Milagros en el nombre de Jesús

Mateo 7:22-23; 24:24

«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor». –Aquí vemos cómo (en su apariencia cristiana) la manifestación verbal que utiliza el nombre del Señor, y el reconocimiento de su persona y divinidad, no está exento en el proceder doctrinal de la apostasía. Si Jesús dijo que su nombre estaría en labios de aquellos que conformarían la apostasía, es porque entre la primera y la segunda Venida se han de dar estos síntomas; todavía con más eficacia en el periodo que preceda al retorno de Jesucristo, el cual, según las previsiones bíblicas, se entiende que ya ha comenzado.

«¿No profetizamos en tu nombre?». –Observamos en esta frase la relación que existe entre profetizar y la apostasía. Debemos, entonces, preguntarnos: ¿Quiénes pretenden tener revelaciones proféticas de supuesta veracidad bíblica, en el nombre de Jesús?

«Y en tu nombre». –Así es, el nombre de Jesús es explotado hasta la saciedad, y utilizado como pretexto para llevar a cabo la apostasía final.

«Echamos fuera demonios». –He aquí una pista interesante: la demonología se convierte en demonopraxia, y ello a pesar de no poseer ningún apoyo bíblico para tales prácticas.

Es necesario preguntarse: ¿qué movimiento cristiano pretende echar fuera demonios en el nombre de Jesús?

«Y en tu nombre». –Como se observa una y otra vez, las repeticiones del nombre de Jesús son imparables. Así es como la apostasía utiliza el nombre de Jesús, es decir, como una fórmula mágica para conseguir cosas, la cual es utilizada de una forma vana y repetitiva.

«Hicimos muchos milagros». –Seguimos con la pregunta: ¿Qué sector del Cristianismo pretende hacer «muchos» milagros en el nombre de Jesús?

«Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». –La presente declaración de Cristo parece concluyente. No cabe la menor duda de que hay personas que realizan «muchos milagros», que mencionan incansablemente el nombre de Jesús, que se proclaman profetas, y que con sus falsas enseñanzas confunden a muchos. Pero, la verdad bíblica es una: no han conocido a Cristo, y su calificativo no es otro que el expresado por el Señor Jesús: «hacedores de maldad».

«Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas». –Teniendo presente este elemento profético, nos preguntamos, ¿dónde identificar dentro del ámbito cristiano la «doctrina errónea», que a la vez se acompaña de falsas profecías? Cierto es que el falso Cristo no se manifestará como Cristo verdadero, pues en tal caso sería muy evidente su error. El texto más bien significa que estos líderes seudo-cristianos se apropiarán de la autoridad mesiánica, con sus pertinentes señales y milagros, que como ya apuntamos, sólo le correspondió a Jesús y a sus discípulos en aquella época.

«Y harán grandes señales y prodigios». –Este pronóstico bíblico parece estar cumpliéndose, de manera literal, en los círculos extremos ya mencionados. Debemos ser sinceros sobre el tema, y responder adecuadamente: ¿Quiénes, en el nombre de Jesús, basan su teología y praxis cristiana en las señales y los prodigios?

«De tal manera que engañarán». –El método con el que engañarán contiene una forma muy especial (de tal manera), por la cual no serán pocas las personas arrastradas por estos movimientos aparentemente cristianos, cuya señal de identidad parece fundamentarse, como bien estamos observando, en los milagros, las grandes señales, y demás sucesos sobrenaturales.

«Si fuere posible (hay posibilidades), aun a los escogidos (cristianos verdaderos)». –La realidad bíblica es reveladora: ¡Cuántos creyentes están siendo engañados por la apostasía! Y no son pocos, precisamente, los cristianos que se dejan conducir ingenuamente por toda clase de artificios ya mencionados…

La apostasía y la doctrina de demonios

1 Timoteo 4:1

«Pero el Espíritu dice claramente». –La predicción descubierta por el mismo Espíritu, no posee sombra de oscuridad. Y no intentemos poner en duda el elemento profético, puesto que es Dios (el Espíritu Santo) quien lo está revelando.

«Que en los postreros tiempos». –La profecía apunta a los tiempos más cerca del fin (los postreros tiempos). Se entiende que para nosotros son los presentes.

«Algunos apostatarán de la fe». –El pronóstico de futuro es bastante significativo. Aquí, por el contexto, se entiende «la apostasía de la fe» en relación con la doctrina verdadera, es decir, que la naturaleza de la apostasía se vincula a la desviación de la correcta enseñanza bíblica.

«Escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios». –El texto viene a confirmar lo dicho. La apostasía se asocia doctrinalmente a verdades de apariencia cristiana, pero que ciertamente pertenecen a espíritus engañadores. Luego, observamos que los líderes de este movimiento se dedican a enseñar doctrinas de demonios, e igualmente sus integrantes a escucharlas.

Características de los apóstatas

2 Timoteo 3:1,2,4,5,10

«También debes saber esto». –Es necesario conocer bien las indicaciones que nos presenta la Escritura a este respecto; sobre todo para no pecar de ignorancia.

«Que en los postreros días (ya en nuestros días) vendrán tiempos peligrosos». –Hoy, el engaño es tal, que a lo mejor no vemos el constante peligro que se cierne sobre la Iglesia, y ello nos hace permanecer impasibles, mientras el adversario –el hijo de perdición– se ceba con las almas indecisas.

«Porque habrá hombres amadores de sí mismos». –Añadimos a la lista otra pista interesante: la motivación de tales extremos es básicamente egocéntrica. Así, contemplamos el gran auto-ensalzamiento que se produce en el ministerio de muchos de estos dirigentes; al tiempo que sus predicaciones se revelan llenas de soberbia y gloria personal. Se ha cambiado la iglesia de Jesucristo, por la iglesia del pastor… Y por otra parte, como ya hemos visto, no están exentos de culpabilidad muchos miembros que acuden a estos «shows», cuyo único fin es encontrar, aparte del oportuno entretenimiento, algún beneficio personal; pasando así por alto la Palabra divina, e ignorando la determinada voluntad de Dios para sus vidas.

«Avaros, vanagloriosos… soberbios… impetuosos». –El perfil moral, sobre todo por parte de los líderes, está bien definido en la Escritura; y las referencias paralelas que se nos revelan, son más que iluminadoras.

«Amadores de los deleites más que de Dios». – Es evidente que si por algo se caracterizan los grandes representantes de estos círculos mencionados es, precisamente, por vivir en la opulencia. Y no podemos eludir la gran contradicción de que ellos naden en la abundancia, mientras otros se ahogan en su pobreza.

«Que tendrán apariencia de piedad». –El texto, clarificador donde los haya, viene a reafirmar lo que venimos diciendo: que engañarán a más de uno. De manera que la apostasía expresa en forma visible una piadosa espiritualidad. Sin embargo, en el fondo de su motivación, que en apariencia no se logra ver, se encuentra lleno de maldad.

«A éstos evita». –La recomendación es sabia, además de prudente.

«Pero tú has seguido mi doctrina». –Seguir la doctrina apostólica (no los hechos), es en cualquier caso una buena medida para protegernos del engaño.

2 Pedro 2:1,2,3,10,12,13,14,15,18,19

«Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros». –«Hubo… como habrá», lleva el sentido presente y futuro de la apostasía doctrinal; siempre apegada al seno materno del pueblo de Dios, como bien cita el texto: «entre el pueblo… entre vosotros».

«Falsos maestros, que introducirán». –El elemento profético de entonces, halla su fiel cumplimiento en la actualidad: introducir falsedad doctrinal dentro de la Iglesia. ¿Y de qué manera lo hace?

«Encubiertamente (de forma escondida) herejías destructoras». –Hoy día la doctrina bíblica sufre de una herejía fraudulenta, casi imperceptible, que destruye el correcto sentido espiritual de la misma Escritura, creando el gran movimiento de la apostasía doctrinal.

«Y aun negarán al Señor que los rescató». –La apostasía, en la práctica, constituye una negación de la verdadera doctrina bíblica. De tal forma que este movimiento rechaza al Dios que le dio la oportunidad, pues sus falsos maestros fueron posicionados en el camino del Cristianismo verdadero –históricamente hablando–. Pero, ocurre, que sus corazones no fueron realmente liberados. Y esto se demuestra, desde la experiencia, en que niegan (aunque de manera solapada y escondida) la verdad de la Palabra, lo que es igual a negar al mismo Dios.

«Y muchos (parece que demasiados) seguirán sus disoluciones». –He aquí la clara advertencia profética del apóstol Pedro, anunciando que este movimiento de falsos profetas (hoy abundan, y sus enseñanzas se extienden apresuradamente) arrastrarán no a pocos, sino a «muchos».

«Por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado». –El «camino de la verdad» es el camino por el que transcurre la auténtica Iglesia (el verdadero Cristianismo). Sin embargo, este camino sigue su curso afectado internamente de maldición, debido a la corrupción doctrinal y espiritual que estamos experimentando, gracias a la apostasía.

«Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas». –Texto clave donde los haya. Así es, la motivación principal de los cabecillas de estos movimientos es beneficiarse (hacer mercadería), utilizando palabras fingidas, las cuales actúan como agente comercial de su avaricia e interés económico.

«Atrevidos y contumaces». –Éstas son, por definición y en términos generales, las características del predicador ultra-carismático, en el orden mundial. Han perdido la vergüenza y se atreven con todo. Y no contentos con ello, tratan con gran frivolidad los aspectos relativos a la buena y necesaria enseñanza bíblica.

«No temen decir mal de las potestades superiores». –Es el mismo ejemplo de los textos anteriores. La apostasía se caracterizará por desafiar, retar, y asimismo decir mal de los demonios. Y una de las manifestaciones, en ciertos sectores evangélicos, es decir mal (mal-decir) de las autoridades superiores (entiéndase ángeles malignos –comp. con Judas 1:8,9–). Al parecer Judas toma como referencia la carta de 2 Pedro, y amplía su contenido sobre dicho tema.

«Mientras que los ángeles (los no caídos), que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor». –Bien, es el mismo problema que tenía que afrontar el apóstol Pedro en su carta. Esta enseñanza nos presenta la malsana costumbre que conservan algunos, en cuanto a dirigirse a los demonios con agresiones verbales… La pregunta surge sola: ¿Qué movimiento «cristiano» hoy día realiza este tipo de prácticas? Está claro que la Escritura no contiene ningún apoyo bíblico para defender esta forma de actuar. El ejemplo que pone el apóstol es comparativo, por lo que la enseñanza bíblica desautoriza el mal hábito de enfrentarse con los demonios.

«Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales». –Al fin y al cabo la necedad se hace manifiesta, porque estas doctrinas extremas no logran comprenderlas ni aquellos que las enseñan. Además, como cita el texto, su «hablar mal» equivale a blasfemar –en la traducción griega–. Seguramente las jerigonzas, que al escucharlas nadie las entiende, son blasfemias puestas al servicio de la irracionalidad. ¿Tendrá algo que ver con el llamado y mal practicado don de lenguas?

«Quienes aun mientras comen con vosotros». –El apóstol vuelve a redundar sobre la enseñanza, por si acaso no ha quedado suficientemente clara. Los falsos profetas están dentro de la iglesia, y la apostasía nace y crece en el seno de la misma iglesia: «con vosotros».

«Se recrean en sus errores». –Uno de los síntomas que exhiben los falsos profetas, resulta ser la jactancia: en sus visiones, supuestos milagros, predicciones proféticas, y demás «virtudes»… La falta de humildad, la arrogancia de sus postulados extra-bíblicos, y la reafirmación de sus prácticas seudo-cristianas son, en definitiva, señales de la apostasía doctrinal.

«Seducen a las almas inconstantes». –Según la indicación del texto, los mecanismos psicológicos para engañar son: la seducción, la sugestión y la manipulación. Todo ello con el objeto de cautivar las conciencias de las personas más susceptibles, que a la vez no están bien arraigadas y cimentadas doctrinalmente; las cuales se dejan llevar por cualquier halo de emocionalismo superfluo (por eso dice el texto: «inconstantes»).

«Han dejado el camino recto y se han extraviado». –Ésta es una de las definiciones más exactas que nos ofrece la Escritura acerca de aquellos que manejan los hilos de la apostasía.

«Hablando palabras infladas y vanas». –Como bien se hace notar en muchos líderes ultra-carismáticos, los sermones son barnizados con expresiones altisonantes y palabras espiritualizadas revestidas de supuesto poder; pero, a saber, en el fondo lo único que hay es una trampa que se mantiene oculta.

«Seducen con». –Otra vez se repite el término «seducir». Es verdad, muchas de las técnicas de seducción que se utilizan en las predicaciones, forman parte del ungüento anti-bíblico y de la apostasía doctrinal. No son pocos los falsos profetas que ofrecen sus espectáculos para fascinar, atraer y engatusar suavemente el corazón de los incautos.

«Les prometen libertad». –Finalmente, las promesas de liberación de enfermedades, demonios, y otros problemas varios, son propuestas seductoras para impulsar sobradamente un ministerio de «liberación», donde las promesas ilusorias parecen abundar; creando así falsas esperanzas en el corazón de los desesperados, que en vez de poner su confianza en el Salvador, aceptan el ofrecimiento de la apostasía como el mejor método de solucionar, en este mundo, todo problema o dificultad personal.

Judas 4,8,10,11,12,16,19

«Han entrado (dentro de la Iglesia) encubiertamente». –Vemos que el fraude se produce dentro de la Iglesia histórica, y no de forma abierta y evidente a los demás; pues en su proceder hay una cubierta que tapa la falsedad, con el fin de entorpecer su identificación.

«Estos soñadores». –La descripción bíblica «soñadores» constituye el denominador común de tales personajes: las visiones, los sueños, las ilusiones, las fantasías… Y estos elementos sensacionalistas constituyen, en términos generales, el ropaje espiritual de los apóstatas.

«Rechazan la autoridad». –He aquí otra característica muy común entre los líderes ultra-carismáticos, quienes no aceptan otra autoridad que no sean ellos mismos; pretendiendo poseer el derecho del propio Cristo, sin haberlo ni siquiera conocido.

«Y blasfeman de las potestades superiores». –Por el contexto se entiende los ángeles caídos, es decir, que dentro de la iglesia surgirán personas que, adquiriendo una falsa autoridad, se creerán con poder suficiente incluso para ensañarse con los demonios. ¿No es ésta una práctica bastante aceptada dentro de algunos sectores cristianos…?

«Se corrompen como animales irracionales». –Es verdad, ciertos cultos extremos son presididos por la llamada irracionalidad. Tanto líderes como seguidores, colmados de inconsciencia y falta de sentido común, llevan a cabo sus prácticas cristianas por «instinto», como dice al texto: animales llevados por su impulso irracional.

«Y se lanzaron por lucro». –¡Y es que no hacen más que pedir dinero, cual dios suculento!

«Estos son manchas en vuestros ágapes». –Esta declaración bíblica, admite que dicha corrupción seudo-cristiana mancha de forma lamentable el testimonio evangélico en nuestro mundo no cristiano.

«Que comiendo impúdicamente con vosotros». –La expresión «con vosotros» no hay que pasarla por alto en nuestras conclusiones. La imagen descriptiva de la apostasía –lo falso–, se presenta como participante juntamente con lo verdadero.

«Cuya boca habla cosas infladas». –La pompa de la palabrería, como expresión visible, constituye un rasgo característico de la apostasía en muchos sermones. Éstos, a la vez, llenos de superficialidad doctrinal, logran su objetivo: impresionar y mantener al público dentro de un círculo de emocionalismo redundante.

«Los sensuales, que no tienen al Espíritu». –El sobrenombre que utiliza la Escritura es iluminador, y encaja perfectamente con el líder ultra-carismático. Son los «sensuales», esto es, todos aquellos que, sin tener al Espíritu, afirman sus doctrinas y prácticas en los superfluos e inestables sentimientos.

Como bien hemos podido observar, los textos que han sido expuestos son reveladores por sí mismos, y muestran de forma explícita las señales que conforman actualmente el movimiento de la apostasía. Con estas indicaciones bíblicas, podremos obtener una visión más precisa sobre los elementos proféticos que ya estaban registrados en la Escritura desde la Antigüedad (no hay nada nuevo), y que fueron preludio de todo el espectáculo mundial que, desde no hace mucho tiempo, estamos observando en nuestro corrompido Cristianismo. Pese al lamentablemente espectáculo, muchos cristianos duermen, mientras tanto la apostasía avanza tranquilamente, sin apenas oposición por parte de la Iglesia verdadera, que asimismo logra sobrevivir por la gran misericordia de Dios.

Lobos vestidos de ovejas

Tengamos a bien recibir la advertencia de nuestro Señor Jesús, cuando dijo: «Vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces» (Mt. 7:15). El Señor Jesús, con su afirmación, está descubriendo a los falsos líderes del pueblo de Dios. La figura del «lobo» es, por tanto, una ilustración metafórica que representa a los dirigentes religiosos de aquel momento; muchos de ellos incrédulos: escribas y fariseos hipócritas, los cuales limpiaban lo de fuera del «vaso» y del «plato», pero por dentro estaban sucios. Y el aviso de Jesús se refiere a los falsos líderes, y no tanto a los seguidores –las ovejas–, que son meras víctimas del engaño; aunque, si bien, también muchos siguen la corriente a sabiendas de los errores, seguramente debido a sus propios intereses personales…

El texto leído anteriormente expresa una realidad que ya se daba en el primer siglo de la era cristiana. Y podemos pensar, sin temor a equivocarnos, que en nuestros tiempos este fenómeno sigue su curso de crecimiento y expansión; aunque con mayor sutileza, si cabe, pues cada vez se hace más difícil detectar el «lobo» que hay dentro de las aparentes «ovejas».

Ciertamente, existen personas con puestos de responsabilidad en las iglesias, y muchos de ellos son personajes de referencia, que representan a grandes movimientos aparentemente cristianos.

Debemos admitir que el tema presentado es de marcada importancia para los creyentes de hoy día, pues el cristianismo falso se parece cada vez más al verdadero, y por ello el campo está más abierto a la intervención de «lobos rapaces». No obstante, se destaca una diferencia entre la «cizaña» y el «lobo», que si bien los dos pueden habitar en nuestros círculos cristianos, el trato que se les debe dispensar es del todo diferente. Al «lobo» hay que detectarlo, para poder luchar contra él y evitar que se infiltre entre las ovejas. Y como discípulos de Cristo, nuestra responsabilidad es denunciarlos, y combatir su intervención a través de los recursos bíblicos que poseemos, con el fin de impedir la expansión de su labor dentro de la Iglesia; porque su objetivo es destruir el rebaño. Sin embargo, a la «cizaña» hay que tolerarla, pues al parecer es inocua y no afecta decisivamente en la calidad de la cosecha; y además puede ser confundida fácilmente con el trigo.

Así, todos nuestros esfuerzos deben ser desplegados para poder descubrir el peligro, y evitar las consecuencias que se derivan del fraude, de la burda imitación cristiana, cuyo efecto destructor es simulado por personas que, aprendiendo bien la lección, se infiltran en nuestros círculos cristianos; siendo verdaderos embajadores de Satanás, que sólo pretenden obstaculizar la buena marcha de la obra de Dios.

Igualmente esta realidad fue advertida por el apóstol Pablo a los líderes de la Iglesia primitiva, diciendo: «Porque yo sé (la convicción del apóstol) que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño» (Hch. 20:29). Con esta predicción apostólica, debemos advertir que en nuestro amplio y extendido cristianismo actual, se hallan personas que parecen cristianos, pero que en realidad son «lobos vestidos de ovejas».

CONCLUSIÓN

Llegando a una conclusión adecuada, podemos afirmar que la expansión del fenómeno carismático en buena parte de nuestro mundo llamado evangélico, ha sido alimentada por personas descontentas con el cristianismo litúrgico y la formal ortodoxia que se produce en medio de la Iglesia fría y aburguesada de nuestro siglo. Por otra parte, se añade una gran colección de seguidores que son impulsados, sobre todo, por el libertinaje espiritual, el cual se deriva de congregaciones que carecen por completo de una conveniente formación bíblica y teológica. A la vez, se adhieren a este grupo aparentes convertidos, que fascinados por lo sobrenatural, acuden en masa a rellenar el grueso de este movimiento seudo-cristiano… Todos ellos abren sus puertas, con gran entusiasmo, para recibir las nuevas corrientes de espiritualización; aunque, por desgracia, sin discernir con claridad las raíces e influencias que se esconden detrás de todo el entramado doctrinal de dichas tendencias supuestamente bíblicas.

Asimismo, es menester aclarar que no podemos encasillar a todas las congregaciones carismáticas dentro de una misma línea de actuación. Las manifestaciones del movimiento carismático mundial se hallan muy diferenciadas, existiendo muchos y distintos extremos dentro de él, desde los más suaves y ortodoxos, hasta las herejías más destructoras.

Como ya observamos a través de todos los datos bíblicos que hemos recogido, considerado y comparado con el Cristianismo histórico –extrayendo su elemento profético–, resulta innegable identificar algunas formas graves de apostasía. Y como también se ha señalado a lo largo de los versículos expuestos, un falso cristianismo marcará la época precedente al retorno de Cristo, al tiempo que se desarrollará una corriente doctrinal seudo-cristiana que se extenderá con rapidez, cuyas señales serán cada vez más fraudulentas y engañosas. Bien les advirtió Jesús a sus discípulos: «Mirad que nadie os engañe» (Mt. 24:4).

En este sentido debemos tener suma prudencia, pues el extremo carismático está buscando la unidad por la sola experiencia, no por la Palabra de Dios. Tanto es así, que cada vez son más numerosos los movimientos sectarios carismáticos peligrosos, los cuales introducen doctrinas erróneas en la iglesia, llenando los corazones de falsas esperanzas, y lucrándose con el dinero de sus ingenuos seguidores… Muchos de estos círculos carismáticos mezclan influencias y prácticas de las religiones paganas, con elementos filosóficos y psicológicos que no se contemplan como doctrina en la Escritura; pudiendo llegar hasta el propio espiritismo. Aunque todo ello, normalmente, se recubre con versículos bíblicos aislados, y una buena dosis de falsa espiritualidad cristiana. Recordemos la profecía, porque vendrán en el nombre de Jesús, y en aquel día engañarán a muchos, según cita Mateo 24:11.

Hoy más que nunca necesitamos con urgencia volver a las fuentes de la Sola Escritura, pues allí es donde se ha revelado toda la verdad que necesitamos saber, y en ninguna manera debemos aceptar doctrinas dudosas y oscuras, que sólo crean desorientación a las personas que en tal caso las creen y las profesan. Muy al contrario, la Biblia nos hace un llamamiento a los cristianos para que alcancemos a distinguir, con verdadero atino, toda clase de enseñanzas o prácticas que no se avengan a los principios claros de la propia Palabra que ha sido inspirada por Dios.

Es preciso mantener firmes en nuestra mente y corazón los textos bíblicos, porque «el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios» (1 Ti. 4:1).

Satanás es padre de mentira, pero Dios es misericordioso, y por ello ofrece la verdad a sus hijos sinceros, que le buscan de corazón. Y pudiera ser, querido lector, que con la lectura del presente libro, nuestro buen Padre le esté otorgando hoy la oportunidad que le permita salir de la confusión. Además, quizá sea ésta la ocasión para darse cuenta del error de las enseñanzas doctrinales del movimiento carismático extremo, y comenzar a investigar la Escritura en su correcto enfoque hermenéutico.

Finalmente, recojamos con solicitud los sabios consejos del apóstol Pedro: «Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 3:17,18).

Atendamos, pues, con toda diligencia, a las recomendaciones bíblicas que hasta aquí hemos podido considerar, y estemos preparados para lo que se avecina…

«Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas» (Colosenses 2:4).

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